domingo, 19 de mayo de 2013

CORINA Y LAS DEMÁS


Corina y las demás puede ser el título de un best seller que tal vez escribamos un amigo y yo, con fines republicanos-lucrativos.

Pero Corina y las demás es mucho más que eso.


Es una llamada de atención.

Una travesura.

O si quieren, un simple post, que, gracias a este reclamo, quisiera que leyeran algunas personas.

Porque Corinas, hay pocas. Y las demás, somos demasiadas. Corinas, aproximadamente un 1%; las demás, el 99% restante.

Corina representa el lujo, esa vida principesca con la que –todavía- unas pocas, sueñan.  Y unas poquísimas, disfrutan. En un segmento lejano a la realidad de la crisis, de todas las crisis.

Las demás somos el resto de mujeres de este país, de todos los países, del mundo.

Profesionales, amas de su casa, científicas, traductoras, arquitectas, limpiadoras, secretarias, comadronas, doctoras, equilibristas sin red y sin seguro, escritoras, funcionarias, bomberas, carteras, todas luchadoras, madres, abuelas, estudiantes, adolescentes, hijas, feministas, conservadoras, bestias de carga o  prostitutas. Mujeres que hemos nacido y crecido en un planeta hermoso, pero con una cultura patriarcal que no acabamos de eliminar.

Todas nosotras conformamos las demás.

Foto: Ormond Gigli

Mujeres con nombre y apellido, singulares y únicas, con deseos, con ganas de hacer bien las cosas, de ayudar a construir un planeta más habitable, de colaborar con otra manera de entender la educación, con otra manera de pensar los espacios y los edificios, de hacer política, de escribir, de vivir. De repartir. De hacer justicia.

Mujeres cansadas de ser esclavas de multinacionales para las que cosemos, de nuestros compañeros con los que dormimos, de nuestros amos a los que servimos.

Mujeres jóvenes y niñas empobrecidas más allá de lo lícito (si es que existe lo lícito en el empobrecimiento), en eso que se ha dado por llamar “la feminización de la pobreza”. Sin futuro y sin horizonte.

Mujeres maduras que  vuelven  al ruedo de la intransigencia laboral después de haber criado a su prole.

Ancianas a cargo de nietos e hijos, compartiendo con ellos sus pobres pensiones y escuálidos ingresos.

Mujeres maltratadas psíquica y físicamente. Asesinadas vilmente aquí y en todas partes. Censuradas, invisibilizadas, silenciadas.

A todas ellas, a las demás -e incluso a Corina-, hoy que no es más que un día cualquiera, quiero dedicarles este post. Para que no nos amedrentemos ante lo que parece imposible, para que sigamos avanzando, amando, e intentado armar ese mundo  que deseamos, mejor para todos. Y para todas.

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