sábado, 18 de junio de 2016

El mal / Los invisibles / El hombre de la maleta

Muchos han teorizado sobre el mal. El MAL con mayúsculas. El que está dentro de los campos de concentración, en Guantánamo, revoloteando por encima de los barcos de refugiados, fotografiándolos con cámaras desde helicópteros para luego, llevarlos a los despachos donde todo se fragua. 


El mal reside en los palacios en los que se decide cuantas bombas tirar, cuantas niñas no deben nacer, prohibiendo en el llamado Tercer Mundo, los preservativos para que así el aborto se haga más doloroso. El GRAN MAL. El que nos hace imposible la creencia en ese ser superior que permite la barbarie de la naturaleza. Inundaciones, terremotos, aludes, catástrofes donde mueren cientos de personas y sufren terriblemente por darse casi siempre en territorios desfavorecidos. El MAL del que escribió Hanna Arendt (sobre su banalización), Freud y tantos filósofos o teóricos, incluidos poetas.


Pero hay otros males. Males cotidianos, males pequeños aparentemente. Males ocultos, casi invisibles. Son, entre otros, los que llevan encima los ciudadanos que no llevan pese nombre, porque no existen. Aquellas personas que venden La Farola y que permanecen en la misma esquina durante horas, durante días, siempre ahí, da igual el momento en el que pasemos. Su rincón es su modo de no vivir.

Entre ellos quiero nombrar al “Hombre de la Maleta”. Así le llamo yo. Tal vez muchos le conozcan. Se aposenta frente al Hotel Meliá, en la Calle Princesa de Madrid. A veces con barba, otras no. El pelo largo. La mirada perdida. Y una maleta, sujeta con cuerdas a un carrito, donde se pueden ver algunos libros. Es muy frecuente pillarle leyendo, sentado en el escalón de mármol de una tienda cercana. Sin duda me conoce, he pasado cientos de veces por su lado, camino de casa de mi madre. No pide, no habla con nadie.  Simplemente, está. Vive a su manera.


Como él, hay muchos más. Los vemos delante de los supermercados, apoyados en las paredes de muchos edificios, esperando tal vez –muchos en silencio- , algo que seguramente no llegará.

Este escrito es un homenaje a todos ellos. A ese MAL, ahora con mayúsculas, que nos rodea, nos inquieta, pero que no sabemos como atajar. No quisiera culpabilizarnos, pero tampoco dejar de hacerlo. Sólo tomar conciencia de su existencia. Y luego tomar las medidas que cada uno pueda o sepa hacer.




domingo, 28 de febrero de 2016

ARQUITECTURA MADRILEÑA DESCONOCIDA IX. LA BIBLIOTECA IVÁN DE VARGAS



Es una biblioteca pública de corte sencillo que pasa desapercibida -a pesar de su decidida apuesta por la modernidad-, dentro de un área tradicional de Madrid: el Barrio de los Austrias. O La Latina, como también se le llama. Está en la calle San Justo, detrás de la Plaza de la Villa y de la Calle Mayor, enfrente de la Nunciatura y de la Iglesia barroca de San Miguel. 


Ahí se encuentra este espacio, contenedor de palabras, necesario para los madrileños que habitan en el centro, aún desconocido para casi todos. Lleva el nombre de un antiguo edificio de viviendas de principios del siglo XVII, ubicado en tiempos en el mismo solar: la Casa de los Vargas. El linaje de los Vargas es uno de los de más solera de Madrid.

La entrada está en la calle de San Justo, por la que se accede a la recepción y a la escalera, fundamental dentro del espacio, igual que los dos patios, por los que entra, sin límites, la luz. Dos magnolios desafiantes se encuentran en su interior, así como el brocal de un pozo, objeto de peregrinación en los años 50, al creer que sus aguas eran milagrosas. No hay que olvidar que los Vargas fueron los patrones de San Isidro.

 


El interior es funcional, blanco, luminoso y está completamente tecnificado, algo imprescindible en una biblioteca de nuestros días. Son, nada menos que 2.800 m2 de superficie.

Por la escalera, ascendiendo, se llega a los despachos. En la planta baja, la gran biblioteca y la sala de lectura con 200 puestos de estudio y unos 40.000 volúmenes.

 
El exterior tiene dos partes diferenciadas: una, la fachada del antiguo palacio que se ha mantenido, con sus huecos y con sus escudos. Y la otra, la fachada actual, integrada en el histórico entorno gracias  su sencillez y respeto al ambiente arquitectónico tradicional.


Los materiales son piedra granítica en el exterior, madera de siroco y vidrio.

La Biblioteca Iván de Vargas es la primera que incorpora una sección especializada sobre Madrid, lo que permite conocer e investigar la historia, las tradiciones, el urbanismo o la gastronomía de la región.


Fue inaugurada en el año 2011, financiada por el Ayuntamiento y diseñada por el estudio de arquitectura de Ramón Andrada.



Es un edificio que merece la pena conocer, dentro del bullicio de la gran ciudad. Y si es posible, quedarse unas horas, ensimismados en la lectura -gracias la paz que se respira- y tener la posibilidad de profundizar en la magnífica colección de libros para saber algo de esta ciudad a la que amamos, pero desconocemos muchos de sus secretos.

viernes, 4 de diciembre de 2015

ARQUITECTURA MADRILEÑA DESCONOCIDA VIII. Edificio de la Real Compañía de Minas en Madrid



Realmente, no se puede considerar un edificio ni perdido ni inédito, ya que está en la Plaza de España esquina a la calle Bailén. En pleno centro. Pero los turistas y madrileños que por allí acertamos a pasar, nos fijamos en la Torre de Madrid o en el polémico Edificio España. Y rumbo hacia la Plaza de Oriente, dirigimos los ojos hacia el Palacio Real.

Por lo que, a pesar de ser hermoso y bien construido, pasa casi desapercibido.


Muy pocos saben que fue el arquitecto Manuel Martínez Ángel, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien lo diseñó en 1898. Un hombre que fue asesinado de un tiro a bocajarro, por un alumno suyo, porque no le había aprobado el examen. Alumno que después de matarlo, se suicidó.

Tampoco sabemos que fue la sede de la Compañía de Minas, una de las más importantes empresas de metalurgia y mineras de Europa, con instalaciones y sedes en España, Francia, Bélgica, Noruega y en el norte de África.


Pero anécdotas aparte, el edificio es más que interesante. Ecléctico, enorme y en esquina, su fachada está formada a base de piedra, en planta baja, y de ladrillo en el resto de sus planta. Coronado por tres  torreones, con preciosos miradores en el chaflán y enormes ventanales abalconados. La cubierta, muy francesa y amansardada, con buhardillas de zinc, cornisa con angelotes y motivos vegetales.


Ha tenido varios dueños, después de dejar de pertenecer a la Compañía de Minas. Que yo sepa, perteneció a la Mutua Madrileña y a la Consejería de Cultura de la Comunidad de Madrid. 

Restaurado recientemente por la Empresa de restauración Kalam, actualmente está medio abandonado, aunque volvió a recobrar recientemente parte de su gloria anterior, con motivo de la exposición de Casa Decor en el año 2012.





sábado, 31 de octubre de 2015

JACINTO

Esta mañana volviendo a mi casa, en la Plaza de Tirso de Molina, por dos euritos me compré un jacinto, de color azul amoratado y  olor voluptuoso. Lo cambié de maceta y lo fotografié, reflejándose su imagen en el cristal de la mesa del salón.


Según la mitología griega, Jacinto era un hermoso joven, amado y deseado por el dios Apolo. Ambos jugaban a lanzarse el disco.  Y Apolo, para impresionar a Jacinto, lo lanzó  muy muy fuerte. Al intentar atraparlo, Jacinto fue golpeado. Y del impacto, murió.

Otra versión dice que la causa del fallecimiento fue debida a Céfiro, dios del viento. Apolo, dios del Sol, y Jacinto eran muy amigos y la belleza del último hizo que Apolo y Céfiro (del que también era muy afín nuestro protagonista), pelearan: los celos causaron que el dios del viento desviase el disco para matar a Jacinto. Y así lo hizo.


De la sangre derramada, Apolo hizo brotar una flor, el jacinto. Las lágrimas de Apolo cayeron sobre los pétalos y la convirtieron en una señal de luto. También se ha convertido en un símbolo de prudencia y de fragilidad, lo que tiene los días contados y no puede recibir de lleno los rayos de su amigo, el sol.

En estos días de difuntos, de bellezas (arquitectónicas) efímeras, de amigos que traicionan, de dificultades y de crisis prolongadas, quise comprar esta flor que he colocado en una estantería frente a la mesa de mi despacho. Nada sucede por casualidad…

Espero que mi nuevo amigo Jacinto me acompañe unos cuantos días de este noviembre que comienza. Que me infunda fuerza ante la fragilidad de situaciones personales, políticas y colectivas.  Y también confianza. 

Una hermosa flor para este frágil mes otoñal ...


viernes, 21 de agosto de 2015

LA PLAYA DE LOS DESEOS

Para Ramón Z. y para Vic. Por razones distintas

El cielo nocturno de la playa se llenó de puntitos de colores. Cientos de globos voladores de papel japonés, en los que en su interior alumbraba una antorcha, se fueron elevando desde el malecón hasta la playa. Cada vez que una familia o grupo conseguía hacer volar al suyo (lo que tenía un cierto misterio), se escuchaban gritos de alegría y aplausos que fluían con los de otros grupos, haciendo del silencio nocturno habitual, un murmullo luminoso.

Cada uno de los globos llevaba dentro una llama que acogía un deseo. Todos volaban hacia el mar abierto y se dirigían a la oscuridad del invisible horizonte. Y el espectáculo de esa noche permanecería en la memoria colectiva de los habitantes y veraneantes de la pequeña ciudad. Entre los que yo me encontraba.

Era el 15 de agosto en ese lugar con playa. Una playa como tantas otras del norte del país en el que el cielo nocturno, donde se reflejan las luces de los edificios y del alumbrado, impiden ver las lágrimas de San Lorenzo (también llamadas Perseidas), pequeños meteoritos que todos los años por esas fechas, chocan con la atmósfera. Y que se pueden contemplar en otros ámbitos sin contaminación nocturna. Con cada estrella fugaz, se piensa en un anhelo secreto. Y dice la leyenda que se suelen cumplir.


Por eso, los globos incandescentes en la noche recordaban a este fenómeno natural. Y era sobre playa precisamente donde ocurría.

Las playas son lugares de encuentro de algunas ciudades con mar, en los que casi todo está permitido. Desnudarse, correr, jugar a distintos deportes, chillar, caminar, estar tumbado, comer, bañarse, besarse, esconderse, aparecer, perderse, ensuciarse. Hay pocos espacios donde se pueda hacer esto y mucho más, con naturalidad y aceptación por parte de todos. Donde mayores, niños y jóvenes interactúen sin trabas ni tabúes, y se mezclen edades, estratos sociales y formas de pensar y de ser. Lo que permite a las personas sentirse felices y relajadas. Y el sonido que desprenden, disfrutando, es de risas y voces mezcladas con el rumor del mar. 

 
Mucho hay que pensar sobre las playas para diseñar un espacio público en la ciudad si observamos lo cotidiano y contamos con las emociones. ¡Qué poco se necesita! Una extensión grande de arena y una extensión grande de agua. Y sol. Un buen servicio diario de limpieza y poco más. Ni juegos infantiles, ni pistas de paddle, ni siquiera papeleras más que las necesarias y retiradas. Espacios donde se pueden tirar al aire de la noche globos de papel y no suponga más que otro recuerdo amable para anclarse en la memoria de las gentes.

viernes, 6 de marzo de 2015

ARQUITECTURA MADRILEÑA DESCONOCIDA VI. EL JARDÍN DEL PRÍNCIPE DE ANGLONA

En pleno barrio del Madrid de los Austrias -al que también llaman La Latina (en honor de la humanista Beatriz Galindo)- y contiguo a la Plaza de la Paja, se encuentra este pequeño jardín que, afortunadamente, no es un lugar para turistas.


Sí lo es en cambio para la contemplación. Un espacio para sentarse en uno de sus bancos de granito y meditar, entre el olor a tierra y a boj, y escuchar el murmullo del agua de la fuente de piedra, rodeados de árboles.


Aunque su trazado es del siglo XVIII, la influencia árabe es notable. Originalmente fue diseñado por Nicolás Chalmandrier en 1761, como anejo al Palacio del Príncipe de Anglona, Francisco de Vargas, consejero de los Reyes Católicos y de Carlos I. A principios del siglo XX ha sido rehabilitado.


Tiene tres zonas. La central, con la fuente en el medio, está dividida en cuatro partes que separan los caminos de la zona plantada, mediante setos de boj. El solado de los caminos es de losas de piedra de granito y ladrillos a sardinel, a la manera andaluza.



La zona que da a la calle Segovia -que se encuentra a mucho más baja-, está protegida del desnivel mediante una tapia que acaba siendo celosía. La forma un pequeño paseo con pérgola semicircular y una pequeña área de rosales.


Cercana a la Plaza de la Plaza, un cenador de hierro es la tercera zona.

Un refugio desconocido en pleno centro de Madrid.

martes, 17 de febrero de 2015

ARQUITECTURA MADRILEÑA DESCONOCIDA V. LA OTRA CASA DE LOS LAGARTOS

Buscando información para la entrada anterior, descubrí esta nueva Casa de Los Lagartos en Madrid. Su dirección es Conde de Romanones, 14. Muy cerca de la Plaza de Tirso de Molina. El edificio es moderno, entre medianerías y no tiene mucha anchura de fachada.


El arquitecto, seguramente un enamorado de Escher, junto con el propietario Julio Barbero, ha introducido en la fachada lagartos en una metamorfosis imposible. Lo que comienza siendo una azulejería verde oliva y marfil en sencillo damero, se transforma, según se va subiendo a las alturas, en unos pequeños y simpáticos lagartos.


Escher (1898-1972) era un pintor loco holandés que nos ha fascinado a todos por sus figuras y perspectivas interiores inspiradas en Piranessi, con las que jugaba a dar un punto de vista distinto a eso que llamamos “realidad”.


La técnica para los dibujos es el esgrafiado, muy utilizada en Segovia, a base de dos capas de cal de distintos colores, en las que se rasca la superior para sacar a relucir la inferior.

El interior está formado por apartamentos de lujo para turistas que nunca hubieran imaginado que, en pleno barrio de La Latina muy cerquita del Rastro madrileño, existiera un edificio tan original.


jueves, 12 de febrero de 2015

ARQUITECTURA MADRILEÑA DESCONOCIDA IV. LA CASA DE LOS LAGARTOS

Para Mercedes (Ártica Blues)

Caminar por la ciudad sin rumbo fijo, vagar por sus calles y callejas, nos predispone a encontrar nuevas arquitecturas o arquitecturas no tan conocidas. Fachadas. Cubiertas. Detalles. Ventanas. Portales. Edificios por los que hemos pasado mil veces sin fijarnos, sin responder a sus guiños. Demasiado ensimismados en problemas y obligaciones.


La Casa de los Lagartos es un edificio a descubrir. Situado en la esquina entre las calles de Fernando VI y Hortaleza, sino estamos acostumbrados a mirar a las alturas, probablemente no lo conozcamos.


De estilo modernista (tipo sececionista vienés, movimiento liderado por Otto Wagner), su arquitecto -Benito González del Valle-, se las vio y se las deseó en 1910 para meter una planta de viviendas en un solar  irregular y estrecho (5 m. de fondo) y, encima, con esquinas. Pero lo consiguió, colocando la escalera en el centro y una casa a cada lado. Casas pasillo, claro, sin patios y con un final feliz en forma de chaflán.


Pero no es la planta lo que nos interesa sino su alzado. Y sobre todo esos reptiles que sujetan -ayudando a las ménsulas-, al pequeño saliente de cubierta, pareciendo que quisieran reptar hasta llegar a la azotea. Son los lagartos, usados hasta la saciedad en el modernismo como elementos ornamentales, no sólo para edificios, también para muebles y joyas.


El resto de la fachada sorprende por su modernidad a la que se adelanta. Los huecos necesarios (las estancias de las viviendas son todas exteriores, el pasillo dando a la parte ciega), son horizontales, sin apenas más adornos que unas curvas a ambos lados de los dinteles. Sigue un criterio sencillo y simétrico, carece de balconadas y de miradores, aunque todavía se permite un ligero esgrafiado bajo las ventanas y en la línea de forjados.





Las viviendas eran originalmente de alquiler para la clase trabajadora. Hoy probablemente se vendan a precios millonarios a los que solamente podrán acceder otros lagartos de peor catadura.


jueves, 18 de diciembre de 2014

FINLANDIA V. COSAS QUE VIMOS Y OTRAS QUE NO VIMOS SOBRE LA ARQUITECTURA DE AINO Y ALVAR AALTO EN EL VERANO DE 2014


-Vimos por fuera el edificio de la Cooperativa Agrícola Maalaistentalo que se encuentra en Turku. Fue la primera obra funcionalista importante llevada a cabo por los Aalto (1924) y en uno de sus apartamentos, vivirán a partir de 1928.  La aparente fría abstracción de la fachada esconde muchos detalles que hacen referencia a obras de Asplund y a otros arquitectos de la época. 

-Vimos el Sanatorio Antituberculoso de Paimio, construido por los dos arquitectos en 1929, un lugar especial. Allí nos encontramos un gran jardín que rodea al edificio donde uno puede vagar libremente. El sanatorio se adapta al entorno utilizando materiales clásicos del movimiento moderno como pueden ser el hormigón armado, el vidrio  y el metal. El movimiento se expresa sobre todo en la entrada donde se combinan planos lisos con curvos.
Una de las sorpresas que nos encontramos fue el poder acceder al Hall libremente (tomado por rubios adolescentes, se supone que enfermos, jugando y haciendo bulla, algunos en sillas de ruedas), sin encontrarnos ningún personal del sanatorio. También se podía entrar en la cafetería y subir a las plantas, aunque estaba prohibido el acceso a los núcleos de habitaciones y consultas.


-Vimos el Restaurante Savoy en Helisnki. Este restaurante, situado en la planta alta de un edificio residencial, fue diseñado interiormente por Alvar junto con su esposa Aino, en colaboración con la artista textil Dora Jungdonde y aún se conservan algunos de sus diseños originales. Consta de dos áreas: una interior y una terraza sobre el parque Esplanadi. Utilizaron un lenguaje elegante, minimalista y funcional creando un ambiente chic y acogedor que recuerda algo a Chicote de Madrid.

- No vimos  el interior de su primera vivienda en Helsinki que se construyó en el barrio de Munkkiniemi (1931), aunque pudimos rodearla y hacer fotos por fuera, lo que permiten en toda Finlandia. Dos aspectos fundamentales de la vivienda son la distribución y la luz.

Esta casa es una de las más modestas proyectadas por los arquitectos, dos años antes a la Villa Mairea, diseñada como  lugar para la vida y para el trabajo, con materiales sencillos y de la zona.
-No vimos la biblioteca de Viipuri de 1934, entre otras cosas, porque Viipuri pertenece a Rusia y no llevábamos los correspondientes visados. En la sala de conferencias, los Aalto resolvieron la acústica a base de ondulaciones en el techo con listones de madera de pino que ayudan a la propagación del sonido. Ellos definieron su trabajo como el resultado de una inspiración en los paisajes montañosos y acantilados de su país

La Biblioteca fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente abandonada. En los años 90 se inició un proceso de restauración que ha reproducido con exactitud el proyecto original.

-Vimos la tienda Artek (Arte +Técnica) también en el centro de Helisinki, en la misma calle Esplanadi donde está el Savoy.  Esta tienda fue fundada en 1935 por los arquitectos, junto con sus amigos Marie y Nisl-Gustav Hahl Gullichen como socios, y fue su trampolín de lanzamiento al ámbito del diseño internacional. La firma fue dirigida fundamentalmente por Aino hasta su fallecimiento, ayudada por la diseñadora de interiores Maija Heikinhemio.
La tienda permanece activa todavía, y vende muebles, telas y objetos a unos precios bastante inasequibles.

- No vimos el Pabellón de Finlandia en Nueva York  de 1938, ya que no existe más, al ser diseñado como pabellón efímero, y además no fue construido en Finlandia. Es uno de los espacios experimentales más atractivos y espectaculares de la arquitectura moderna, que mostró en su día ante el público internacional un camino más humano de la arquitectura y el diseño.

Fue aclamado por el público como el interior más brillante de la exposición e hizo crecer la fama del matrimonio Aalto en Estados Unidos.

Continuará…