martes, 27 de septiembre de 2011

EL DECRECIMIENTO Y LA TEORÍA DELCARACOL


El crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito.
(Serge Laotuche)


Existe una nueva perspectiva de cambio para el sistema en el que vivimos que, a pesar de ser lenta de poner en práctica, muchos la suscribimos. Se llama La Teoría del Decrecimiento.
 


Inicialmente se inspiró en algunas ideas del humanista Ivan Illich, que apostaba por una sociedad convivencial, en la que se viviría sólo con lo verdaderamente necesario. Más tarde, intelectuales como Serge Laotuche o Georgescu-Roegen, han dado forma a esta teoría basada en la limitación del crecimiento económico y en defender que la felicidad del ser humano no se encuentra ni en el crecimiento ni en el consumismo descontrolado.

En nuestro país la conocemos gracias al profesor Carlos Taibo, a quien debemos nuevos aportes y su difusión generalizada. Está también relacionada con la vida sencilla que preconizaba Gandhi -entre otros- contraria a un desarrollismo excesivo.


Queda muy bien explicada por Iván Illich con el famoso ejemplo del caracol:

El caracol construye la delicada arquitectura de su concha añadiendo una tras otra las espiras cada vez más amplias; después cesa bruscamente y comienza a enroscarse esta vez en decrecimiento, ya que una sola espira más daría a la concha una dimensión dieciséis veces más grande, lo que en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. Y desde entonces, cualquier aumento de su productividad serviría sólo para paliar las dificultades creadas por esta ampliación de la concha, fuera de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de la ampliación de las espiras, los problemas del sobre crecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética". 


El decrecimiento propugna la necesidad de acostumbrarnos a ser felices con menos, a disfrutar de las pequeñas cosas y a cambiar de actitud en nuestra forma de vivir. Una forma austera, lejos del despilfarro, en contacto con los otros y con la naturaleza, intercambiando conocimientos y prácticas, como apoyo solidario entre las diferentes personas que tienen distintas habilidades y desean compartirlas.


A un nivel práctico habría que reorganizar la sociedad democrática y progresivamente, sin perder de vista el  frágil equilibrio social. Reducir poco a poco ciertas actividades productivas (industrias militares, automovilísticas o de la construcción incontrolada) y sustituirlas por otras medioambientales o sociales (educativas, sanitarias, de ocio o equipamientos). La jornada laboral se reduciría, igual que los salarios, repartiéndose el trabajo, pero nunca a mayor beneficio de las empresas. Trabajar menos, producir menos, mejorar los servicios sociales comunitarios, tener el entorno más limpio, tener más tiempo, más educación, más curiosidad, más conocimientos, más salud, mayor bienestar… y más cuidado en el mantenimiento del planeta. ¿A que suena bien?

3 comentarios:

Mª Pilar dijo...

Como sonar, suena estupendamente, pero es muy difícil, que una vez que has conseguido un estatus, renuncies a él.
Yo que ahora vivo en un sitio pequeño, donde me puedo permitir el lujo de contemplar la Naturaleza en todo su explendor, hay momentos en que la realidad te obliga a volver.
No siempre puedes hacer lo que quieres, el entonrno, a pesar de tus propios deseos, te condiciona demasiado.

Un beso guapa, a tu primo Luis le dieron 2 infartos hace unos días, y ¡¡van 3¡¡. Ya está bien.


Besos

Pili

víctor dijo...

Bueno. Lo que dices de la teoría del caracol es un claro ejemplo de des-economía. es decir: El crecimiento trae beneficios, hasta que en un momento dado esos beneficios se convierten en costes; De transporte, mantenimiento... Eso ya lo explica la economía. Y es bonito verlo en el caracol... Pero el tema es: cual es el tamaño óptimo de las ciudades. Cada uno tiene el suyo. y AUN MÁS en que escala de valores nos movemos para definir esos tamaños. Es un mundo complejo y cada día me doy cuenta de que no existen teorías absolutas sino formulas con muchas variables que están en función de la escala de valores a la que queramos dar preferencia. Es muy complicado cambiar las cosas del status quo, sin sentar las bases de lo que queremos. Ahora tenemos unos valores mercantilistas, productivos, de eficacia... que valores queremos proponer y que variables queremos determinar para nuestra función. Difícil pero es lo que hay que hacer.

Más de Historia dijo...

Suena muy bien, sin duda!!