LA MAYORÍA SILENCIOSA
permanecía en silencio en el país de los grandes contrastes y de las
bipolaridades políticas. Un país donde la Democracia sólo era un nombre sin
significado.. Antaño lo tenía, era muy hermoso y algo por lo que había que apostar en contra de las dictaduras, ahora apenas era una palabra escrita en una vetusta hoja de papel...
LA MAYORÍA SILENCIOSA se
sentía desgraciada, aunque se distraía en sus innumerables trayectos y trabajos
alienantes, mirando por la ventana o haciendo sumas, restas y
multiplicaciones, que le daba de comer.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
tocaba las palmas en las fiestas de su pueblo, masacrando toros, tirando cabras
desde los campanarios o asistiendo a crueles luchas entre gallos.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
asistía petrificada a la debilidad de sus políticos, esperando que ellos lo
arreglaran todo y sólamente se permitía alguna crítica en la barra del bar de
la esquina, mientras se emborrachaba los fines de semana.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
era como un rebaño de ovejas o corderos caminando plácidamente hacia el matadero,
mientras se tragaba los debates en la TV, consumía productos que no necesitaba o
pegaba a sus mujeres hasta la muerte, mujeres que en silencio se dejaban
maltratar... hasta morir o morir de pena, que viene a ser lo mismo.
LA MAYORÍA SILENCIOSA miraba para otro lado cuando oía hablar de África (que no es un país, si no un Continente) y donde la esperanza de vida es de 55 años o menos (según las zonas), cuando veía a los emigrantes subidos a los andamios, o cuando un subsahariano intentaba venderle la farola, para subsistir.
PERO UN DÍA, un terrible día, LA MAYORÍA SILENCIOSA, dejó de serlo cuando una voz en el Hemiciclo la increpó con un insulto terrible: "¡hijos de puta!", palabras que todos escucharon, mientras una voz en off desgranaba –uno a uno- los terribles recortes sociales…
Las putas se sublevaron
y gritaron al unísono: ¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOO!!!!
Fue entonces cuando las
mujeres comenzaron a denunciar a sus maltratadores, los profesores a impartir
enseñanzas verdaderas a sus alumnos y los médicos se declararon objetores de
conciencia y se pusieron a atender a los sin papeles.
Las manifestaciones
llenaron las calles y todos querían salir a decir: ¡basta ya! Su límite había
tocado fondo, y ellos comenzaron a tomar conciencia cierta de haber sido engañados, estafados,
manipulados y adormecidos con astutos cánticos de sirena.
LA MAYORÍA SILENCIOSA
dejó de serlo y se convirtió por arte de birlibirloque en una MAYORÍA EN USO DE
SU PALABRA. Aunque, tardíamente, fueron alabados por gobernantes y políticos
sin escrúpulos, para que permanecieran en silencio. Pero ya era tarde.
El sol se iba poniendo
tras las siluetas de los rascacielos de la ciudad y esa MAYORIA, en adelante parlante, descubrió que un cambio
de ciclo estaba a punto de comenzar.
Dejaron de tener miedo y comenzaron a llenar las calles de miles de panfletos
voladores que se dispersaron por la urbe, entre las hojas del otoño, en forma de millones de palomas de
la paz.
En todas ellas se leía
una sola frase: NOS QUEDA LA PALABRA…
1 comentario:
Me sigue apeteciendo, no te creas, visitar tu espacio. Parece que no tenga que ser así, pero sí, aquí me tienes, leyendo y disfrutando. Creo que esta vez estoy más cerca de ti. Quizá por lo leído, quizá por lo visto, lo visto... Tus imágenes... Estás, ahora, menos angular, menos lineal, más en la carne y en los huesos de la sangre de las palabras.
Eso, como suele suceder, es un placer.
Gracias por este rato.
Un abrazo
Mario
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