martes, 10 de julio de 2012

La ciudad de los niños, FrancescoTonucci (Frato)

Las ciudades contemporáneas, especialmente las megalópolis, es decir las que son excesivamente grandes y dispersas,  han sido diseñadas  tradicionalmente para aquel varón que consideramos sano, activo, productivo y motorizado. En ellas el coche es el que prima y en su centro no se ven niños.

Y no se ven, porque no están. Porque el centro histórico, comercial, fachada de fines de semana y oficina para los ejecutivos, carece de parques recoletos, de seguridad en sus calles y aceras, de itinerarios para las bicis, de equipamientos deportivos, de lugares de encuentro y de aventura fuera de peligro, de espacios para amar, reconocer, fantasear, explorar y recorrer. Plazas y calles como las de antes, en las que los niños jugábamos con nuestros amigos, íbamos al colegio caminando, en tranvía o autobús y nos sentíamos protegidos por un territorio amable en donde ser ciudadano era un privilegio, ya fueras niño o no.


Tonucci, arquitecto y psicólogo, propone repensar la ciudad mediante la participación ciudadana, sobre todo la de los más pequeños. Propone itinerarios seguros para que vayan solos a la escuela, vigilados por los habitantes de la ciudad (incluidos motoristas, policías urbanos y ciudadanía en general); propone Consejos formados por niños, que sean ellos los que de una manera no manipulada por los mayores, nos indiquen sus preferencias. Y estas preferencias tienen que ver, según su experiencia, con la posibilidad de jugar en la calle, de que existan plazas y parques, de no estar encerrados y aislados entre cuatro paredes, con la TV basura como única aliada... a la espera de que sus padres vengan del trabajo.



Es deseable”, dice Tonucci, “ aceptar la diversidad intrínseca del niño como garantía de todas las diversidades”; fomentar “el juego libre y espontáneo que se asemeja a las experiencias más elevadas del adulto (...) aquellas que se encuentran frente a la complejidad, en la posibilidad de dejarse conducir por el gran motor del placer”; crear “Laboratorios de Niños” donde puedan expresar sus sueños y necesidades, otorgándoles la palabra, participando y trabajando con ellos, como urbanistas de las ciudades del futuro. Esta experiencia se ha desarrollado con bastantes buenos resultados en la ciudad de Frano (Italia) y se han realizado también algunos intentos en algunos municipios de tamaño medio de nuestro país, como el de Alcobendas.


Entre otras propuestas para una ciudad ideal, una pequeña escribió: “Deseo un parque. O mejor dicho, dos. Por si el primero se rompe”.

Este libro, habla de la utopía, según el entendimiento que el escritor uruguayo Eduardo Galeano hace de esta palabra: “ Aquello que está al final de la línea del horizonte; por mucho que yo camine, nunca la alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía, entonces? Para eso sirve: para caminar".

2 comentarios:

ciudad observatorio dijo...

Enhorabuena por este post, nos ha encantado. Resume muy bien la problemática que tienen los niños al no estar diseñadas las ciudades para ellos, ni contando con ellos.

Cristina García-Rosales dijo...

Gracias a vosotros!