Para Mercedes (Ártica Blues)
Caminar por la ciudad sin rumbo fijo, vagar por sus calles y
callejas, nos predispone a encontrar nuevas arquitecturas o arquitecturas no tan
conocidas. Fachadas. Cubiertas. Detalles. Ventanas. Portales. Edificios por los que hemos pasado
mil veces sin fijarnos, sin responder a sus guiños. Demasiado ensimismados en
problemas y obligaciones.
La Casa de los Lagartos es un edificio a descubrir. Situado
en la esquina entre las calles de Fernando VI y Hortaleza, sino estamos
acostumbrados a mirar a las alturas, probablemente no lo conozcamos.
De estilo modernista (tipo sececionista vienés, movimiento
liderado por Otto Wagner), su arquitecto -Benito González del Valle-, se las
vio y se las deseó en 1910 para meter una planta de viviendas en un solar irregular y estrecho (5 m. de fondo) y, encima, con esquinas. Pero lo consiguió, colocando la escalera en el centro y una casa a cada lado. Casas pasillo,
claro, sin patios y con un final feliz en forma de chaflán.
Pero no es la planta lo que nos interesa sino su alzado. Y
sobre todo esos reptiles que sujetan -ayudando a las ménsulas-, al pequeño
saliente de cubierta, pareciendo que quisieran reptar hasta llegar a la azotea. Son los lagartos, usados hasta la saciedad en el modernismo como elementos
ornamentales, no sólo para edificios, también para muebles y joyas.
El resto de la fachada sorprende por su modernidad a la que
se adelanta. Los huecos necesarios (las estancias de las viviendas son todas
exteriores, el pasillo dando a la parte ciega), son horizontales, sin apenas más
adornos que unas curvas a ambos lados de los dinteles. Sigue un criterio
sencillo y simétrico, carece de balconadas y de miradores, aunque todavía se
permite un ligero esgrafiado bajo las ventanas y en la línea de forjados.
Las viviendas eran originalmente de alquiler para la clase
trabajadora. Hoy probablemente se vendan a precios millonarios a los que
solamente podrán acceder otros lagartos de peor catadura.
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