sábado, 11 de diciembre de 2010

HISTORIA DE UNA ESCALERA



Érase una vez que se era, una escalera de emergencia que se encontraba algo sola. Estaba ubicada en el lateral de un ala de un edificio racionalista de los años 30 (hermoso edificio, forrado de piedra caliza y mármol de líneas sencillas y sobrias) que además tenía el título honorífico de ser considerado como de “catalogado”. Nuestra escalera estaba orgullosa de pertenecer a un edificio tan bello y útil. Aunque en su día había sido Gobierno Militar de la ciudad de Lleida y a ella no le gustaban mucho los militares, las armas ni las guerras, ahora estaba dedicado a oficina de extranjería, una finalidad noble para que los emigrantes pudieran ir a conseguir trabajo.

Lo que más gustaba era cuando la gente subía y bajaba por sus escalones, agarrándose a sus livianas barandillas o -incluso- cuando saltaban de escalón en escalón, momento en el que parecían echar a volar. Cosa que rara vez sucedía ya que había sido ideada por algún arquitecto deseoso de cumplir la normativa de incendios y al llegar a casi tocar tierra, se doblaba sobre sí, como si fuera un paraguas. Lo cual quiere decir que esa experiencia casi no la tuvo, sólo cuando la probaron -inicialmente- a ver si funcionaba.

Pues bien, un buen día las altas instituciones decidieron restaurar el edificio, por dentro (arreglando despachos, suelos, instalaciones y servicios) y por fuera (sustituyendo la “piel” por otra más moderna pero de similares características y se ocuparon los bajos de una larga pasarela). Una obra que duró bastante tiempo por que el edificio era bastante grande y se hizo en varias fases.

La escalera estaba triste pues nadie se ocupaba de ella. Pero... en una ocasión una audaz arquitecta se le ocurrió convertir a nuestra escalera para que fuera parte del conjunto y que por fin sirviera de vinculación real entre las distintas plantas. 


Y le diseñó una especie de casita, luminosa, transparente para que el jardín penetrara por los vanos y viceversa, haciendo feliz a nuestra protagonista, que ahora se sentía dichosa por ser un lugar por donde muchos pasaban, si romper con la estética y la armonía del conjunto.Y colorín, colorado...




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