¿Plazas duras o plazas duras “sostenibles” en la ciudad?
La diferencia entre ambas está en que en las segundas se planta algún arbolito, manteniendo, por supuesto, el espacio inferior bajo el nivel de cemento para que el negocio del aparcamiento subterráneo sea rentable. Pero básicamente son iguales. Solado de piedra. Bancos, si hay alguno, desperdigado. Algún árbol aprisionado. Falta de vida, de calidad social, de diseño dirigido al ser humano que desea habitar poéticamente.
No hay apropiamiento del espacio por parte de los ciudadanos, no se les incita, ni ellos mismos lo hacen, a participar, a jugar, a plantar un huerto ni a contar una historia. Las plazas duras, con diseño “sostenible” o sin él, son rechazadas por niños, jóvenes y mayores. Son “no lugares” en los que no se sienten acogidos. Espacios para quedar con alguien y largarse de allí ...
Plaza de Santo Domingo de Madrid
¿Cuál sería la solución? Evidentemente cambiar de modelo. Hacia un diseño participativo, implicando a la ciudadanía que tanto necesita de espacios VERDES. Crear espacios donde se pueda convivir, donde se pueda plantar un huerto urbano o un árbol que se riegue entre todos, donde se puedan celebrar fiestas en las noches cálidas de verano o se convoque a los vecinos del barrio a realizar un taller de bricolage con palets de madera. Así la experiencia “Esto es una plaza” de Lavapiés de Madrid. Una nueva manera de entender el espacio público dentro de la ciudad, gracias a ocupar un solar abandonado, ahora cedido temporalmente por el Ayuntamiento.
Esto es una Plaza, Lavapiés, Madrid
Otra pregunta: ¿Capitalismo salvaje o lo disfrazamos ahora con trazos humanistas, ecologistas y sostenibles?
Es lo mismo de nuevo, las empresas disfrazadas de sostenibles, ahora pretenden lavar su imagen.
En el libro “El Capitalismo Humanista” de Ado Olcese, a pesar de intentar dar a la empresa un look social, innovador, cultural, tecnológico y ecológico, de impregnarse de valores éticos, lo que en realidad se pretende e inculca es lograr una rentabilidad mayor a medio plazo. Es decir, conseguir BENEFICIOS es su primer objetivo. Y cuantos más, mejor.
Humanismo y capitalismo son, pues, dos sustantivos contrapuestos.
Estamos inmersos un sistema que, según J. Luis San Pedro, Catedrático de Estructura Económica, está agotado... Nos ha abandonado a nuestra suerte, se ha alejado del ser humano, si después de la segunda guerra mundial intentó acercarse para mantener una estabilidad social.
Actualmente el dinero, la competitividad, el consumo y el trabajo son las únicas metas a las se nos incita a aspirar. Y no la superación, el respeto hacia el individuo, la educación universal o la posibilidad de crecer como personas. O la libertad, y no la “libertad condicionada” según el estado de los mercados, que es la que tenemos ahora.
La confianza está perdida después de haber sido esquilmados, de hacernos sentir culpables por delitos no cometidos. Tal como Jane Jacobs auguró sobre lo que iba a suceder en la ciudades si se perdía la confianza de los unos en los otros.
“Y la confianza no se puede institucionalizar.Una vez que se desgasta es prácticamente imposible restablecerla. Y ha de ser alimentada por la comunidad pues ninguna persona puede imponer a los demás, ni siquiera con las mejores intenciones, una confianza recíproca”, señala Tony Judt en su interesante libro “Algo va mal”.