Nacimos entre los años 50 y 60 del siglo pasado (pareciera que fue ayer) por lo que tenemos la friolera de -más / menos- medio siglo. Nunca se nos facilitó un libro de instrucciones. Ni siquiera al abandonar creencias muy arraigadas ni al intentar campar por nuestros respetos.
Nos hemos saltado barreras que parecían infranqueables. Somos divorcistas, progresistas, pacifistas, políticamente inconformistas -aunque tolerantes- y seguimos apostando por un mundo mejor. Como no nos dieron el famoso libro de instrucciones, escribimos uno propio que tuvo que ver con el Mayo del 68, aunque algunos éramos casi niños.
Las mujeres somos feministas y hemos roto moldes laborales, erótico-festivos, sociales y familiares. A los hombres no les ha quedado más remedio que adaptarse a nuestra revolución (considerada la más importante del siglo XX) y nuestras relaciones son cada vez más sanas, igualitarias y simétricas. Tampoco contamos con el famoso libro. En esto y en otros aspectos no queda otra que reinventarse.
Hemos pasado ya muchas crisis: la de los 70´s, la de los 80´s, la de los 90´s, la crisis personal de nuestros cuarenta, la de nuestros hijos adolescentes... por lo que la actual no nos ha pillado desprevenidos. Somos crisis-survaivals o, dicho sin anglicismos ni pedanterías, supervivientes.
Nos hemos casado, separado, vuelto a casar o a emparejar, tenemos hijos. A nuestros hijos les hemos educado en libertad, responsabilidad y a volar con prudencia. Les hemos dado lo mejor que teníamos. Por todo ello y porque han vivido un mundo en paz, democracia y con buena alimentación, son más inteligentes, mejor preparados que nosotros y aún más respondones (doy fe).
Nunca pensaron (los que no piensan) que nuestros hijos fueran a comenzar una revolución contra la injusticia, contra la falta de escrúpulos de los poderosos y contra el descalabro (descalabro debido sobre todo al paro, al enorme recorte de los derechos sociales y a la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, descalabro que va "in crescendo" y en el que llevamos sumidos unos cuantos años ya).
Nunca pensaron (los que no piensan) que los jóvenes actuales se fueran a reunir en una plaza y escribir acertados slogans como éste: “NOS MEAN Y DICEN QUE LLUEVE”.
Nunca creyeron (los que ni piensan ni creen) que las redes sociales les motivarían a contactar entre ellos y a hacerse tan sabios, comprometidos y asamblearios. Para luchar a favor de la trasparencia y de la democracia real y participativa. Contra la corrupción, el crecimiento consumista descontrolado, el desmesurado poder de los poderosos y la especulación, entre otras muchas cosas.
Nunca pensaron (los que no piensan) que los jóvenes actuales se fueran a reunir en una plaza y escribir acertados slogans como éste: “NOS MEAN Y DICEN QUE LLUEVE”.
Nunca creyeron (los que ni piensan ni creen) que las redes sociales les motivarían a contactar entre ellos y a hacerse tan sabios, comprometidos y asamblearios. Para luchar a favor de la trasparencia y de la democracia real y participativa. Contra la corrupción, el crecimiento consumista descontrolado, el desmesurado poder de los poderosos y la especulación, entre otras muchas cosas.
Pero así es. Y presiento que lo que está ocurriendo, ha ocurrido y va a ocurrir, muy probablemente cambie el rumbo de la política mundial a medio plazo. Hay que estar atentos, APOYARLOS E IMPLICARSE. Que los jóvenes sepan que estamos aquí y que cuentan con nuestro ánimo y ayuda. Sol somos todos.
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¿Y qué tiene que ver la arquitectura con todo esto? Pues bien, cuando algunos arquitectos estudiamos la carrera, lo hicimos con la intención de ayudar a crear una sociedad justa y socialmente igualitaria. Nuestra vocación venía vinculada, no a la producción de miles de viviendas para enriquecer a unos pocos, sino a su redistribución, a los años vividos de post-guerra civil y a las enseñanzas sobre vivienda y espacio público de contenido social pertenecientes a los movimientos de post-guerra mundiales.
Así que algunos lo intentamos y no nos sentimos responsables -como arquitectos o arquitectas- de movimientos especulativos, ya que no nos pusimos al servicio del poder. Pero las plazas seguían siendo territorio de nadie.
Así que algunos lo intentamos y no nos sentimos responsables -como arquitectos o arquitectas- de movimientos especulativos, ya que no nos pusimos al servicio del poder. Pero las plazas seguían siendo territorio de nadie.
Con el movimiento 15 M es la primera vez que he visto de forma MASIVA ocupar plazas y espacios públicos, convirtiéndose es verdaderos centros de reunión y de debate, independientemente de las manifestaciones en las que se camina y se expone la protesta, pero no existe la intención de elaborar colectivamente propuestas, tal como ahora ha ocurrido.
Ante esta importante novedad, surgida espontánea, pero con un bagaje experimental de algunos grupos que llevan años encaminándose hacia estos fines de forma idealista, tolerante y plural (ver mi libro Deseo de Ciudad) siento un enorme respeto y esperanza (¡por fin!) ante el futuro por venir, en el que que cada uno podamos colaborar con nuestro granito de arena.
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