La valentía es un atributo tremendamente valorable. Tanto en hombres como en mujeres. Y no sólo aquella que surge ante una defensa
personal o ajena, cuando nos atacan de mil maneras distintas, sino también la
del ciudadano anónimo, valiente sin saberlo, sin casi reconocerlo. No quisiera caer en demagogias, pero para mí
tiene un grado enorme de valentía el que se le levanta por la mañana
dirigiéndose a un trabajo mal pagado y menos
valorado, el que lucha por conservarlo, el que vive sin desesperarse demasiado ante
una situación difícil-como tantos actualmente-, o el que se tira a defender
a una persona sin calibrar las consecuencias que puedan acarrearle.
Y aquí no puedo dejar de pensar en un ciudadano latinoamericano que salvó
recientemente a una mujer de una muerte segura, cuando iba a ser cosida a
navajazos por el maltratador de turno...
La valentía del anonimato, la valentía del corredor de fondo, la valentía del superviviente. La valentía del que defiende su dignidad como los desahuciados que anoche se alojaron en la Catedral de la Almudena de Madrid.
La valentía del anonimato, la valentía del corredor de fondo, la valentía del superviviente. La valentía del que defiende su dignidad como los desahuciados que anoche se alojaron en la Catedral de la Almudena de Madrid.
Christine de Pisan fue una mujer
muy valiente para su época (S.XIV y XV). Se casó con quince años, enviudó con
veinticinco y tuvo que ponerse a trabajar para mantener a sus tres hijos y a su
madre. Educada en la corte de Carlos V de Valois - ya que su padre era médico y
consejero del rey- se la considera la
primera mujer escritora y poeta profesional del mundo occidental. Labor que combinó
con la pintura, dibujando deliciosas miniaturas con las que ilustraba sus
numerosos libros.
“La Ciudad de las Damas” es uno de ellos. Una
réplica a ciertos tratados del Renacimiento que no hacían más que desvalorizar
los atributos de la mujer, tal como “Des Claribus Mulieribus” de Bocaccio, recopilación de 104
biografías de mujeres reales o míticas y uno de los muchos escritos que refuerzan la posición
subordinada de la mujer de la época. Dice Bocaccio sobre estas mujeres
célebres: “Opino que sus proezas eran
dignas de alabanza, porque el arte es ajeno a la mente de la mujer”. Y
continúa: “Emulando las hazañas de las
antiguas mujeres, emplearéis vuestra mente en hechos más elevados
“.
Cristina de Pizán
no podía entender como los hombres podían escribir de forma tan demoledora
contra la mujer, siendo así que le debían -nada menos- que su existencia. En su
ciudad alegórica “La Ciudad de las
Damas”, ofrece numerosas pruebas de valiosas realizaciones femeninas,
reivindica valores como la ternura, la solidaridad o la generosidad y denuncia
la misoginia de la época medieval.
Es un libro
delicioso, en el que Chiristine, desolada por las opiniones que recibe, es
visitada por tres figuras: Razón, Derechura, y Justicia que le animan a
construir su ciudad, una ciudad para todos. “La Ciudad que fundarás
con nuestra ayuda nunca volverá a la nada sino que siempre permanecerá
floreciente; pese a la envidia de sus enemigos, resistirá muchos asaltos, sin
ser jamás tomada o vencida".
Publicado en Siruela, en edición facsímil, recomiendo este
libro y su ciudad. Una ciudad que, en palabras de la catedrática María Lluisa
Penelas de Barcelona, “no sólo es un espacio metafórico en el cual proteger a
las mujeres, sino también un espacio de
ciudadanía”.
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