sábado, 9 de enero de 2010

Un cuento para empezar el año. TODA UNA VIDA


Me dijo que el sexo estaba en la mente. Que podría llegar a tocar el cielo. Que solamente había que unir la mente con la piel y con el alma. Que no era difícil y que hasta yo podría hacerlo. Esto último se lo podría haber ahorrado -pensé- pero me callé. Me dijo que me amaba, que intentara quererle. Me dijo todo esto mientras me besaba en los labios. Tan tierna y eróticamente que sinceramente creo –al cabo de los años- que nadie me ha vuelto a besar así. Hasta hoy. 

La música que sonaba en el pick up era de Pink Floyd. Una barrita de incienso llenaba la habitación de un olor que aún recuerdo. Pero a pesar de haberme desnudado, de haberme creído todo lo que decía -reconozco ahora- con una cierta ingenuidad, le dije: Me largo. No estoy preparada. Espérame que volveré. 

Salí de aquel cuarto, de aquella casa. Encontré al cabo de unos días mi primer empleo en una compañía de seguros de la ciudad. Un compañero de la octava planta, al año siguiente, comenzó a cortejarme. Era apuesto aunque insulso. No tardamos en comprometernos y después de un aburrido noviazgo, nos casamos. Pronto llegaron los hijos y mi despedida del trabajo en el que mi marido seguía ascendiendo. Los hijos crecieron y al cabo de veinticinco años de matrimonio y de una soledad acompañada, mi esposo me abandonó por una secretaria de la edad de nuestra hija menor. Cumplido los requisitos del divorcio, me trasladé a un pueblo de la costa, gracias a una herencia de un tío abuelo que nunca conocí. Mis hijos por aquel entonces ya habían volado, aunque me venían a ver a menudo con sus parejas discontinuas y también insulsas, como su padre.



Un día cualquiera me acerqué de nuevo en tren a la ciudad. Sin saber cómo, mis pasos se dirigieron a aquella casa, donde un día había prometido volver. Traspasé el portal y subí la escalera hasta el segundo piso. Llamé al timbre y después de un largo silencio una voz conocida gritó desde el fondo: Pasa, la puerta está abierta. Pasé y allí estaba él, leyendo un libro entre la penumbra de la tarde. Has tardado mucho, dijo. Toda una vida, contesté. No recuerdo nada más. 

Dicen los médicos de la residencia donde me encuentro, que tengo lápsus de memoria debida a excesos etílicos y al consumo de sustancias psicotrópicas. Yo no sé que decir. Me paso el día sentada en un sillón, mi mente vagando entre la ensoñación y la vigilia. 

Sí, el sexo está en mi mente, la amnesia no lo ha logrado borrar. Juego con ella a ratos y disfruto como en mi vida, sin necesidad de nada ni de nadie. Esa sonrisa beatífica que dicen que tengo es la única constancia de mi gran vida interior. 

7 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Uff! Cualquiera es el guapo que se atreve a opinar!!!
Tú que no das puntada sin hilo, que enseñas tu alma como reflejada en la luna de un escaparate: imprecisa, camuflada por la influencia de otras imágenes del exterior. Tú, como siempre, haciendo pensar....
Pero excita.... ya lo creo que excita....
Sí, es cierto: el sexo está en la mente. Se puede comprobar.... desde aquí.... Muuy agradable.
José.

Mª Pilar dijo...

Me ha gustado el cuento, pienso que la mente humana es inescrutable y no se logra borrar de ella ciertas sensaciones, como el sexo.

Un abrazo

Pilar

José L. Solé dijo...

Como en aquel bolero de Los Panchos, toda una vida la estuvo esperando... ansiedad, angustia y desesperación.
Nunca es tarde para regresar si la dicha es buena, la música de Pink Floyd no ha envejecido un ápice, lo que pasó en aquel 2º piso... tampoco, solo se congeló el tiempo.-
Los médicos también se equivocan de diagnóstico cuando intentan analizar el "sexo"; que puedo asegurarte que existe en la mente de las personas que habitan las residencias geriátricas.

Interesante cuento, Cris.-

José Angel dijo...

Excelente cuento Cris, con algúna nota autobiográfica que me resulta cercana "la soledad acompañada" aunque creo que el final no era la primera idea ¿me equivoco?
Aprecio tu valor y te deseo mucha suerte en este bonito proyecto donde hay espacio para todo...

Cristina García-Rosales dijo...

Este cuento lo escribí para una reunión de amigos (semi- escritores) con un tema en concreto. Aunque uno siempre tiene referencias cercanas (no hay nada más literario), todo parecido con la realidad es pura coincidencia. Agradezco vuestras entradas y sobre todo, vuestro ánimo en esta nueva aventura que comienzo. Un abrazo de feliz año nuevo que nos espera lleno de bienes (ya se sabe que año de nieves...)

Sina dijo...

Hola Lunita, maravilloso el cuento, como todo lo que tu escribes.
He venido a devolverte la visita, un poco tarde ... pero siempre vengo.
Un abrazo fuerte, Sina

Mario dijo...

Pues para formar parte de un ejercicio... o un deber... o un lo que sea que fuera lo de aquella reunión de escritores, no está nada mal.
Créeme.
Porque esa mezcla de frases cortas, algunos giros, descripciones y diálogos ocultos entre valles de palabras, gusta. Llegas.

Un abrazo.

Mario