El economista y Premio Nóbel Joseph Stigliz (http://www.josephstiglitz.com), se acercó antes de ayer donde los indignados estaban acampados –recién llegados a Madrid caminando desde distintos puntos de nuestra geografía- y, entre otras cosas, declaró: “He visto desde fuera el tipo de energía que hay aquí, y es muy reconfortante. Espero que esta energía se use de forma constructiva. Hay que reemplazar las malas ideas, no por la ausencia de ideas, sino por buenas ideas. (…) Va a ser una batalla muy dura, porque las malas ideas han dominado el discurso económico los últimos 30 años”.
La ausencia de (buenas) ideas es una de las principales características de nuestra sociedad de la opulencia en estado de crisis. Tal vez la causa sea el excesivo bombardeo de información al que estamos sometidos.
Según el video americano “Did you know?” (http://youtu.be/cL9Wu2kWwSY), vivimos una civilización de carácter exponencial, en la que un individuo recibe más estímulos a través de un diario, como el New York Times, en un sola semana, que los recibidos por un habitante del S XVIII en toda su vida.
Tanta estimulación no provoca mejoras en el “parque mundial de buenas ideas”. Somos cabezas poco pensantes, la acción parece haber sustituido al pensamiento. Y nuestras acciones –la mayor parte de ellas, reflejas o automáticas (como pagar una factura, encender la TV , escribir un aburrido informe o conducir)- no están vinculadas al mundo de las ideas. ¿Dónde se nos ha quedado la creatividad? Apenas nos detenemos a reflexionar y a cuestionarnos el por qué de las cosas, más que para criticar o quejarnos de nuestra absurda vida que, por cierto, para sí ya la querría el habitante citado de la época dieciochesca.
Aunque se creen fundaciones con nombres pretendidamente creativos, fundaciones que pagan sueldos muy importantes a sesudos intelectuales para que hagan saltar chispas ideológicas, las ideas no surgen a cambio ni de dinero ni de poder.
Las ideas están en el ambiente, vagando entre los átomos del aire, aquello a lo que los poetas llaman éter. No hay más que detenerse a mirar a una nube, aspirar el perfume de un jazmín en verano o poner los ojos en blanco ante el desconchón del techo que no acaba de caer. La cuestión es PARAR, detenerse. Y a continuación ir recogiendo alguna (a ser posible buena) en nuestra cesta de deseos.
Porque las ideas -casi todas- se hallan en el territorio de la obviedad, donde habitan descaradas sin que casi nadie las veamos.
3 comentarios:
Hoy, que te he leído con efecto retroactivo, te he disfrutado por partida triple.
Gracias por tu visión, por tu punto de mirada, por tus formas y por la arquitectura de tu dicción.
Un placer andarte.
Mario
Hoy me he detenido a leerte, tu escrito lleva a pensar y reflexionar.
Nuestra vida va a la carrera, las imágenes nos bombardean por todas partes, no nos dejan ni pensar y embotan nuestra imaginación.
El mundo de las ideas queda para Platón, la juventud actual y los no tan jóvenes, tienen prisa, les
falta tiempo para todo.
Felicitaciones.
Kasioles
Saludos cordiales:
Sin enmendar un ápice de todo cuento has publicado en este artículo que nos invita a la reflexión, al menos, durante unos instantes, he de comentar, me veo obligado, que la dualidad a la que estamos sometidos sin tregua, la torsión a la que nos conduce la vida, tanta celeridad y prisa yendo a parte alguna, encuentra su alivio en espacios como este blog que, nunca mejor se denomina 'espacio espacioso'.
Es por ello, que todos buscamos, y no solo los poetas lo logran, ese instante, ese preciosismo, en el que detenernos para comprender, aunque de forma incompleta, quienes somos, para conocernos y, así, aportar ideas, pero no únicamente ideas en general sino, buenas ideas.
Enhorabuena, por tus reflexiones y gracias por proporcionarnos este 'escudo' con el que defendernos contra el 'bombardeo' de información. Tal vez, si buscásemos más minuciosamente...
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