Para Mara Chao
Hace
poco se recopiló un glosario de términos relacionados con el planeamiento
sostenible, dirigido por la arquitecta granadina Elisa Valero y coordinado por
los jóvenes arquitectos de Estella (Navarra), Lorenzo Barnó y Agnieska Stepien.
Participé con el término “sostenibilidad
afectiva” (ver post: http://nochesininsomnio.blogspot.com.es/2011/11/sostenibilidad-afectiva.html).
Ahora
me he topado con otro término, que ha venido hacia mí como si yo le hubiera
llamado. Está basado en la inteligente cháchara de la eterna Mafalda. Su
título: “arquitectura despeinada”.
Mafalda, siempre certera y desmelenada, dice lo siguiente:
VIVIR DESPEINADA
Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine. Por eso he decidido disfrutar con mayor intensidad. El mundo está loco. Definitivamente loco. Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro, arruga. Y lo realmente bueno de esta vida, despeina.
Hacer el amor, despeina. Reírte a carcajadas, despeina. Viajar, volar, correr, meterte en el mar, despeina. Quitarte la ropa, despeina. Besar a la persona que amas, despeina. Jugar, despeina. Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina. Bailar hasta que dudes si fue buena idea ponerte tacones altos esa noche, te deja el pelo irreconocible.
Así que, como siempre, cada vez que nos
veamos yo voy a estar con el cabello despeinado. Sin
embargo, no tengas duda de que estaré pasando por el momento más feliz de mi
vida.
Es ley de vida: siempre va a estar más despeinada la mujer que elija ir en el primer carrito de
la montaña rusa, que la que elija no subirse. Puede ser
que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita por dentro
y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia:
Péinate, ponte, sácate, cómprate, corre, adelgaza, come sano, camina derechita,
ponte seria. Y quizá debería seguir las instrucciones pero ¿cúando me van a dar
la orden de ser feliz?
Lo único que realmente importa es que al mirarme al espejo, vea a la mujer que quiero ser.
Por eso mi recomendación es: entrégate, come rico, besa, abraza, baila, enamórate, relájate, viaja, salta, acuéstate tarde, levántate temprano, corre, vuela, canta, ponte linda, ponte cómoda, admira el paisaje, disfruta, y sobre todo, ¡deja que la vida te despeine!
Lo peor que puede pasarte es que, sonriendo frente al espejo, te tengas que volver a peinar.
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La Arquitectura despeinada es aquella que se hace desde la
pasión. Flexible, con ausencia de fórmulas y con las mínimas normativas. Los códigos técnicos de la edificación son un invento de los fríos y rígidos
pueblos del Norte que -en vez de hacer las construcciones más sostenibles o
humanas- las encarecen. Son trampas para los incautos. Todos nosotros, por
cierto.
La arquitectura despeinada es lúdica, divertida y bella. Uno se divierte diseñando y construyendo. Porque está plagada de caminos, texturas, colores, sabores y olores y usa en general materiales y sistemas raros, algunos
desechables. Otros inauditos. También reciclables. O provenientes de la tierra
que los amasa y los ofrece gratuitamente.
La arquitectura despeinada no necesariamente está hecha por
arquitectos. Para su fabricación cabe toda la ciudadanía
interesada: bomberos, equilibristas, domadores de leones (son muy requeridos),
artistas en general, cantantes, poetas, cizallistas (que cizallan),
telefonistas de a pie, buceadores, salteadores de caminos que reparten entre
los más necesitados y un larguísimo etcétera, incluyendo- claro- a los niños y
los abuelos.
La arquitectura despeinada es comprometida. Con el medio, con las personas, con la vida. Es despeinada, como
decimos, y mafaldiana.
La arquitectura despeinada es libre e igualitaria. Para todos y por todos pensada. Porque la generan pensamientos e
ideas, conceptos difíciles de explicar, pero existentes, lo juro. No es especulativa. No es anodina. No es
mercantilista.
No es seria ni gris tampoco, ni glamurosa ni hiperlujosa. Es sencilla, bella, armoniosa y
dúctil.
Basurama
La arquitectura despeinada no sale en las revistas carísimas
ni en los dominicales lujosos, no necesita presentaciones aerodinámicas ni gana
Premios Pritzer. Y si los ganara, no iría a recogerlos.
Tampoco necesariamente se visa, aunque se sometería a hacerlo para dar ejemplo
a la profesión.
La arquitectura despeinada es transformable, se puede colocar encima de un árbol, pero también queda bien en las
terrazas de la Gran Vía tanto superiores como inferiores.
La arquitectura despeinada la hacen los jóvenes de espíritu,
los que pululan por la red, los que tienen un compromiso social con los otros,
los internautas, los artistas urbanos, los paisajistas de la noche. Todos
aquellos, en definitiva, que creen y
aman la ARQUITECTURA CON MAYÚSCULAS al servicio de la sociedad.